Ahogado en extrañas memorias de eventos que no han sucedido
aún.
Caminatas por bosques perdidos entre costas de silencios
interminables.
Espejismos absurdos que rezan en las esquinas del diamante a
algún dios.
El viajero dormido amanece viejo entre camas y desperdicios
de vidas olvidadas.
Una risa recorre los campos inimaginables que atraviesan
cada instante en sus puntos ciegos.
Asciende una brisa llevando el humo imperturbable.
Sonido de lluvia, sonido de bólidos de fuego sin auditores.
Los espectadores del fantasma que llora y ruega en cadenas mueren
gaseados por terroristas, luego encarcelados, luego juzgados, luego alimentados.
Algo que explota en algún lugar de una cabeza y bombea
felicidad, agonía y eternidad.
Espejos rotos, bibliotecas en llamas, muchas cosas que
suceden pero a las que nadie les presta atención como hormigas en el universo.
Colonias de planetas y planetas de colonias. Un olor que le hace abrir el ojo a
otro tipo de visiones inexpresables.
Intentos vanos como la luna, tierra en grandes fosas de
fuego y el oro que flota encima del líquido ardiente.
Alineaciones de estrellas que esperan la próxima cuadratura
que dé comienzo a la historia, pero que son solo uno de los tantos versos
tachados.
Abismos, caídas, desintegraciones y soledad.
Tristeza que alegra.