martes, 17 de noviembre de 2009

"Critiquen, opinen, insulten perras!" dijo PKD desde la profundidad de su mente anulada



Estoy más feliz que cuando le viene la regla a tu flaca.
Su carita de placer en la mesa del bar antes de cerrar viendo que nadie nos esté viendo.

Una palpitación, un sonido de ventanas agitadas por el viento o el silbido triste de un ventarrón entre dos hojas de vidrio o a través de una ranura rota una tarde gris. Qué el internet y los diez mil millones de cerebros se vayan a la mierda a cosechar habas, a pasear en el bosque, a chatear por el msn. Fumo un pucho, la chica que conocí el lunes me dice que hace daño. El escozor de la picadura de una pulga un martes, un marcador encontrado entre las páginas de las ficciones de Borges, se pueden ir de vuelta a casa y dejarme solo, pero tráiganme a mi chica sin ropa que le quiero embutir toda mi enciclopedia por el culo hasta hacerla llorar y darle y lamerle el clítoris y seguirla remojando toda dura adentro de ella hasta que me vuelva a decir que pensó que casi se moría de un paro cardiaco y dormir, morir sin siquiera pensar en todas las horribles y angelicales cosas que le haré mañana cuando vuelva a nacer abrazado a su cintura. Sigue lloviendo, bueno garuando qué más da. Es Lima.

Dice Ciorán desprevenido que el amor a una mujer es incompatible con el amor a Dios, que ellas, sus rojas compuertas ascensionales son entradas a la cima del cielo, a un lugar más allá de la perfección. La multiplicación de infinitos podría haber sido inevitable en los tiempos anteriores a la aséptica profilaxis moderna y con ello la progresión aritmética del sufrimiento, ja, de vivir. El sexo hoy es una gorda que les pregunta a sus panelistas cuánto disfrutan del sexo anal, que dice pareja en lugar de Montaner, como caritativos explosivos sobre celestes atolones y televidentes drogados dejando pasar las horas en estado de semiconciencia zombie hasta el café y saludar al jefe una mañana cualquiera. No hay nada más bonito que una mañana de domingo sin importar qué mierda te hayas podido meter la noche del sábado, pero eso es un leit motif del rock.

Soy un anciano y tengo derecho a sentarme en la banca que me dé la gana y a comer helado no importa de qué sabor y a declamarle honrosas poesías al viento inspirado por las piernas de cuanta señorita pueda ver e imaginar entre las sombras en las que estoy sumido. Soy libre, antojadizo y punk porque desde siempre he estado más cerca a la muerta que cualquiera de ustedes, mi caminar cansado y descalzo, a pesar de enmudecer los caminos bizantinos que me condujeron hasta aquí, de lo único que hablan es del olvido, del soberbio olvido de todo, esa enorme espalda que se va, del Dios en el que me he enterrado vivo y de ti.



Si Ciorán hubiese leído los cómics de la Marvel o aunque solo fuesen los orígenes y la saga de Galactus, el devorador de mundos en una media hora de éxtasis, todos queremos tener una experiencia real, intensa que ponga en jaque al resto de seres sintientes y pensantes para que den una chekada asesina de al menos dos minutos y la voz que no sabes de donde viene y se reproduce en tu garganta rebote en todos ellos como una pelotita de pingpong que se multiplica de colores distintos con cada bote alegre que da mientras sigues caminando o corriendo como Lola o surfeando como el deslizador plateado o manejando como Meteoro o caminando como Jhonny Walker, pero en un movimiento que nada puede detener y sigues en la lucha por encontrar ese sentimiento intenso que te lleve al borde de la muerte, pendiendo del hilo al filo de esa navaja aburrida, pero enfrentar la realidad de cada instante es abrumador pues todo lo aburrido es igual de intenso que ese encontrón con la virtual realidad de realidades que se niegan y se abrazan en paradójica y absurda confusión efusiva, como una fiesta de sensaciones en las que alegrías, penas y tedios, angustias y euforias bailan unos con otras y crean mestizajes enfermos y nauseabundos que uno, sí ese uno que es uno pero es nadie en realidad porque es la generalización de todos esos unos que individualmente son asquerosamente tan raros y únicos que nada se puede decir de ellos, uno termina vomitando de placer frente a tal abigarramiento de información inexpresable. Claro, dan ganas de sentarme frente a un teclado y comenzar a redactar un informe para la interzona, pero ya ni siquiera queda tiempo para esa mierda. Media hora de éxtasis, aunque sea media hora, avizorando a Dios o al Aleph que sea, proyectando las historias de los antiguos universos, entre otras cosas maravillosas realmente sí, muy maravillosas visiones, una lanza clavada en el desierto y banquetes en el cielo que se repiten cada millón de años, pensamientos y sentimientos multimedia (ni hablar de la cocina de mi país, el paraíso de todo sensualista poeta sinestésico iqueño) a los que todo advenedizo y tontuelo chiquillo contemporáneo tiene acceso. Oh Dios, ¿dónde estoy? Ayer el tiempo solo me alcanzó para desayunar y ya era otra vez de noche y no recuerdo cuándo fue la última vez que estuve dormido, pero nuevamente tengo hambre y por favor que haya algo que comer en el refrigerador y también que exista un mundo con árboles o yo qué sé científicos que saquen oxígeno de sus máquinas y las cosas que necesito para seguir existiendo, y que en la tienda sigan vendiendo puchos, que quiero seguir viviendo a mi estilo que si no para qué.

Las ganas de humillarse por desprecio a los demás, de hacer el papel de víctima o de monstruo o de bruto… perdido en el fondo del mar entre tiburones y cachalotes. Luego el nacimiento del sol hace que aparezcan guías, mojones alados, bellos ancestros, dodos extintos titilando en una ventana de LCD, una voz de madre que nos habla del futuro en medio de semáforos de aeropuertos intrauterinos: detente-avanza, un Dios refulgente y despiadado frente al cual se arrodillan millones de árabes muertos por la tarde, como a la espada del espejo o a una estatua búdica del ser tirado ahí sin hacer nada, nada hacer, haciendo chino, chinazo, nada ni gobernar ni nada ni sufrir ¿está viviendo? Es acaso Buda un Dios con autoridad para decirme cuál es mi destino o qué debo hacer en este océano de tiempos, de esferas, de sangres, de árboles tradicionales y serpientes plumíferas sedientas y flamígeras, colores y drogas, música y nuevamente perdido en las últimas décadas del siglo veinte, donde cada canción pop es un grano de arena anhelando ser subida a la red así como las piedras del fondo desean que se seque el mar para finalmente sentir la superficie, tomar contacto con el oxígeno y comenzar a oxidarse como cabellera roja ardiendo en una calle, llamando la atención del ser humano liberado de opresión, pero no de su propio hambre.

No soy talentoso, soy talentado porque no nací con talento, lo obtuve de la calentura, de las ganas de tirarme a mi flaca cada día, de despertar y cada noche, esperando al sueño tardón, oírla gemir en cada rato libre que tengo. Soy un talentado y sigue el tren…

Siempre había saludado con un “buenas” a los padres de mis amigos cuando voy a sus casas. Siempre lo había hecho hasta que conocí a la Kwin, es decir a la mamá de Javicho. La misma que una vez botó a todos los garbage de su casa con un revolver en la mano por encontrarlos, casi una decena de adolescentes apestosos, haciendo una malakatonche en su sala, sofá patas arriba, sillas tirada en el suelo, la mesa arrimada a la pared y cuidado mierda, que van a romper el televisor.
–Señora, buenas.
–¿Buenas qué? ¿Buenas noches, buenas tardes, buenas días, qué?

Si me equivoco corrígeme o al menos hazme ver mi error, Señor. Señálame con tu dedo y hazme sentir amado. Di mi nombre Señor y envíame a donde tú quieras e iré en silencio y complacido.

Stan Lee, Jack Kirby, Alan Moore, Warren Ellis, mis caricaturistas favoritos se nutrieron de olvidadas mitologías, fracasadas hipótesis científicas y truncos proyectos político-militares para construir sus maravillosas narraciones, sin embargo el aliento con que las tejieron, que viajó por el gusano espiritual de su propia conciencia, el fractal sencillo que surge cuando un espejo es colocado frente a otro, cuando la máscara ya solo llora o ríe en el suelo hecha pedazos; es la cosa inmutable que perdura, una tradición que atraviesa todas las esferas, nace, gatea, camina, corre, vuela y muere con cada conquistador, cada navegante y ser perdido en continentes ajenos, donde no les toca ni tienen voz ni nadie que los entienda. Los exploradores en los límites de la incomprensión, el ángel salvaje que cayó una mañana, el asesino drogado violado en la cárcel, la mónada encarnada en una familia en la sociedad humana o en cualquier otra esfera en estado de descomposición. El amor perdura, es lo único que mantiene con vida a las esferas. El amor, así sea un cómic que te hable de amor, volverá y volverá y volverá hasta salvarnos a todos, amor como darlo todo por lo que amas, sentirte protegido por aquello que amas. La esfera resplandece de amor como el sol, la esfera que soy con mi amigo imaginario, la esfera que somos con mamá y papá, la esfera que soy con mi flaca, la esfera que somos en un salón de clases, la esfera que somos todos los que leemos comix y jugamos calabozos y dragones, la esfera social, la esfera del estúpido partido político de mierda que no sirve para nada y no debería existir, la esfera nacional desarmada, la esfera global en un tonazo sin final, máquinas sembrando y cosechando mientras los humanos se divierten en las azoteas de Manhattan, la esfera heterocósmica, full of love.

La hora de la dulce y cruel verdad, el momento alfa y omega en que somos observados, juzgados y condenados por los eternos a través de sus pantallas de la misma forma como desde la protohistoria la gente se sienta en su casa en la tranquilidad de los domingos a mirar televisión y tener poderosas, mágicas visiones de lo desconocido y sus mil nombres un poco como hacía Lovecraft cuando niño a través de sus cientos de canales, pero que es inconscientemente deseado a través de todas las dimensiones de la existencia: la gran hora del mambo, mamboleo placentero y las multieyaculaciones orgásmicas jadeantes ardiendo como cueros curtidos arrojados al fuego.

Power Rangers de la India deteniendo la legendaria batalla entre kurus y pandavas patrocinados por Nike.

Me he acostumbrado a no sentir, a no pensar. Sólo a dejarme llevar por los llamados del viento, sus arrolladores aullidos, almibarados arrullos a la vera de sus refrescantes arroyos, donde suicido al licántropo y me esfumo en el vaho abandonado por tu cuerpo tibio, oportuno.



Humo inocente, genio cautivo, mareas azules, aspirinas flotantes, urban style, rapero elegante. Hoy leerás a uno de esos poetas nuevos que nadie lee, porque todavía nadie ha dicho nada bueno de ellos, bueno porque nadie ha dicho nada de ellos y serás el primero en decir si te gustó su musicalidad, la elocuencia de sus ideas, la magnitud de su voluntad manifiesta o la inefable serendipia provocada por sus perversos deseos latentes. Al despertar, cuando frente a tus ojos ya no tengas estos párpados pesados sino esa cualquier otra cosa de siempre, te habrás olvidado todo esto. Ve y busca a tu poeta nuevo.

Oe, vete pes oe milf y llévate a tu dilf para que pueda seguir leyendo que están haciendo que se me pare. Libertad, ¿sí, pero para qué?

El día que se conocieron, PKD acababa de ejecutar una vendeta, que había planeado en un largo año de estreñimiento. Con la maestría genial que solo la inexperiencia le podía dar.

A veces la lectura de Joyce resulta tan incómoda que la tengo que alternar con algo de Monterroso, para saber que la vanguardia se estuvo yendo desde siempre por otro camino. Que definir a estos hombres es simple: alguien haciendo algo distinto. En ello radica su masificada vulgarización. Cada horrible muriéndose como hoja de árbol en otoño.

Todo lo que espero de la vida es que se acabe lo más pronto posible y que me deje en paz.

Todo ya está programado, ya está escrito. Deja de escribir, ríndete.

De lo que debería encargarse el gobierno si en un mundo adecuado hubiese uno, es que sus ciudadanos, sus habitantes pudiesen crear e investigar según sus propios intereses, proporcionar los canales para que la inspiración fuese un flujo permanente sin ramajes entramados y asmáticos donde ésta se trabe en su viaje, iluminando universos maravillosos ahí donde todavía nadie ha visto y cada quien debería dedicarse por completo en un estado abastecido a ese fin: explorar el todavía virgen campo inconmensurable y desconocido del inconsciente y de todo lo que todavía no se ha pensado ni siquiera que se podía pensar y todas sus posibles permutaciones grinder.

This Old World - OLA PODRIDA from Zellner Bros. on Vimeo.

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