lunes, 22 de febrero de 2010

Le pedí que me hablara sobre ese tercer mundo



Y si no estuviese vivo ni muerto, si no algo distinto. Acelerando en una zigzagueante dirección con sentido ambiguo o un guarismo ambivalente cuya definición debe ser resuelta en el primer intento. Comenzaría hablando sobre el tiempo o sobre mí. Tendría que comenzar explicando quién soy y cómo llegué aquí.

Estoy solo. No tienes idea de cuán solo estoy. No es entretenido, no es irremediable. El cinismo de la primera botella helada abierta. Las risas. Las conversaciones. En algún momento se termina la picnolepsia y regreso a mi mente, esos tres o cuatro enigmas pasajeros y la soledad.

A todo el mundo le sucede. Nunca antes había aspirado a mayor universalidad. Las piedras, los hongos, las águilas y los ángeles sienten lo mismo que yo, cuando el sol declina sobre el horizonte, sobre cualquier horizonte y el verbo está a punto de nacer en el vientre de la tierra.

Tú crees. Los sentidos engañan. La memoria traiciona. La razón nunca tiene suficientes pruebas para demostrar que tiene la razón. La diversión, la juventud, la primavera, el dragón cambiando de colores sobre las miasmas invisibles, que bajo el colchón de nubes grises hiede sulfuroso desde siempre. Escher y su pez que nada bajo el reflejo de los árboles en el espejo del estanque sobre el que flotan las hojas otoñales.

No. ¿Quién soy yo para criticar? Volverás, créeme, hasta que te hayas reconciliado y el río siga su impetuoso cauce cuando hayas volcado la copa. Olvidar, dejar pasar, perdonar, no querer ser salvado es una forma de salvación.

Cómo le iba diciendo, dejé de caer hacia el futuro. Comencé a volar. Es difícil no aferrarse a nada. Pronto me di cuenta que el fin no existe, tampoco el comienzo, y que todos éramos el mismo inmortal. ¿Quién soy? ¿Una máscara tal vez, al igual que usted?

Luego vino el ataque de las circunstancias. Abrir una puerta obliga a enfrentar lo que sea que haya del otro lado, es lo justo y necesario. Garuaron posthumanos fosforescentes equipados con tecnología del siglo veintiuno listos para suicidar al último que quede de nosotros. El deseo de tener la posibilidad de tener otros deseos es el mayor tesoro, así que nunca lo lograrán. Arañas escuchando con las patas, oscuros designios que vuelan con el viento y vibran en sus telas, uno de los más poderosos sistemas auditivos del reino animal. Fue indispensable antes que nada escuchar. Sí, eso es cierto. Arañas crujiendo en las cabezas que debieron arder, pisoteadas por el cíclope y sus devotos.

Pedían otro mundo posible, desdeñando lo imposible (así funcionan esas máquinas bobas), pero no pensaron que sus reclamos serían respondidos con violencia. El mundo ya no existe más. Estas ruinas no pueden ser llamadas mundo, a todos los usuarios de la red jamás se les podrá llamar mundo, los ocho continentes no son ningún mundo tampoco neopangea, lo que todo el mundo escucha no lo escucha todo el mundo. El mundo se acabó, ese fue el fin. Pedían una nueva esfera, sin pensar que la nueva esfera se llamaría espuma. Luego siguió hablando una par de cosas sobre Poseidón y su agenda.

El tercer mundo, no el del inmortal solipsista ni el mundo en el que se refleja. Si no le del pez que nada libre bajo el espejo del estanque.

domingo, 14 de febrero de 2010

Las cosas que pasan en la calle


Ese niga...


La gente con celular y gafas oscuras me hace pensar en un escenario cyberpunk, donde el héroe ha regresado de un trip ácido por los reinos de la muerte y vuelve nada más que para cantar su canción.