miércoles, 30 de noviembre de 2005

En busca de Razguk

Le daba vueltas a mi sombra, ensimismado en el segundo que acababa de pasar. Huí por un momento de la conexión que empezaba a nacer entre el Universo de Universos y mis alas. Empecé a caer a tierra por mi propia voluntad. En nombre de La Musa escondí entre mis cabellos mi pequeño e infinito don para hacer de mí mismo una bala perdida en medio del cosmos. Estoy anclado, sin amigos, sin estupefacientes y ahora también sin fantasmas sometido a ser parte de su ejército, de sus prisioneros.

Esto no es una señal; esto es divagar entre dos lados. Ambos extremos se fusionan y pueden ser uno solo, mutando en millones de formas indefinidas y matices. Pero no ahora, no ahora que siento a todos dormidos y esperando inconscientemente a que amanezca para volver a la mayoría indescifrable una vez más. Abandonando sus sueños y dejando la paz universal de viajar por mundos infinitos e invisibles luego de que suene cada despertador, sé que arruiné las oportunidades de entrar en aquella mayoría y no me dolería si La Musa no perteneciera a ella. (Ahora quiero en verdad que me apuñalen con mucha rabia).

Sé que esta madrugada mis alas se encuentran resentidas conmigo y no puedo hacer algo para evitar que esto siga así. La destruxión cerebral es irreversible, lo sé, lo siento, lo asumo, lo puedo... lo puedo... no puedo...

sábado, 19 de noviembre de 2005

Dioti Nelmund



Yo trabajaba en una oficina.
Pero poco a poco y como un perrito
me fui volviendo loco.
Me gustaba enloquecer
hasta que me di cuenta de la realidad
y la odié.

lunes, 14 de noviembre de 2005

Para pensar con sentido

Primero me imagino a mí como un punto. Luego, otro punto en cualquier sitio del plano dentro del universo que sea aquello en lo que voy a pensar. Trazo la línea, en el mapa, la ruta que conduce a la alegría del futuro.

Pensar es el movimiento de un punto a otro, acompañado de un compás balanceado de caderas y brazos. Así es como pienso, así se mueve mi cerebro cual chimpancé todavía sedado al que le han dejado la jaula abierta, pero todavía no sale.

Por ejemplo, me saqué un moco y tenía un pelo. Así que me puse a pensar que estaba yo mirando mi dedo con un moco y un pelo. Me percaté que seguía escuchando música mientras esto pasaba y sin que me diese cuenta, recordé que esta idea del pensamiento se me ocurrió mientras daba una vuelta en el receso de la clase de Literatura hispanoamericana de la conquista y colonia. Caminaba por el mismo camino en el que imaginé al mundo como un tablero de ajedrez, en el que uno siempre esta yendo de un cuadrante blanco a otro negro y luego nuevamente al blanco si es que desea seguir en movimiento, en este andar intermitente e interminable. Me olvido de todo lo que estaba pensando y vuelvo a ver mi dedo con un moco. Pero es mentira porque mis dedos están tecleando y recuerdo lo que hice con el moco y el pelo: los tire haciendo una pequeña catapulta con mi dedos, que me recuerda otras dos formas que tiene la gente para despegar los mocos de sus dedos: frotando el dedo contra el pulgar hasta que la sustancia cae por su propio peso y la pérdida de su viscosidad; frotando el dedo contra una superficie rugosa y oscura, como debajo de la cama o debajo de las mesas o las sillas o en el lomo de algún perro o loro o caracol o goldfish, para dejarlo ahí pegado hasta su muerte o postrera fosilización.

Pensar es intentar pensar en cosas rugosas donde pegar los mocos que te sacas y terminar imaginando tus dedos acariciando a un pescado dorado en una pecera de aguas verdes. Pensar da asco, es un intento fallido y me recuerda que un amigo me comentó que, a diferencia de lo que dice la estúpida mayoría de gente, él sueña a colores. (No puedo quedarme atrás). Yo también.