domingo, 20 de junio de 2010

Coca Cola

No hice arte para venderlo como una coca cola, aunque la trilogía coca cola, sprite y fanta sean verdaderas obras de arte. Ahora, tampoco es mi culpa que fulanito o menganita nunca hayan oído absolutamente nada de mí.
Ni me siento culpable ni me interesa en lo más mínimo.
Todo lo que hago, he hecho y haré ha sido para satisfacer mis onanistas necesidades de placer. Por gusto, por weving, porque en realidad quería hacerlo y fue de esa forma y no de otra porque utilicé lo que tenía a la mano para hacerlo. Es innegable que, como los árboles, los imperios y toda empresa que emprende el espíritu humano, el arte en que me he iniciado, crecerá, mejorará, fructificará y se reproducirá o formará nuevas colonias en los cerebros de mis compadres.
Si yo fuese alguien para decir que lo que hago es maravilloso y encomiable pues enhorabuena, es lo que pienso. Si sigo siendo nadie hasta el último de los tiempos, francamente mejor.
No tengo idea de cómo funcione la sociedad ni la nauseabunda industria del arte, en todo caso me considero un marginal, un independiente al igual que la gran mayoría, pero nada de eso va a interrumpirme en mis ganas de pensar, decir y actuar. De coger una guitarra, reunirme con mis amigos una noche, cansados después de trabajar e improvisar una canción que nos emocione o nos haga decir: “vamos por unas chelas, hoy no fue un buen día” y nos sentemos a ver una película o unos videos del youtube y morir de risa.



domingo, 13 de junio de 2010

El domingo del tercer fin de semana en el que se enojó porque no salimos

Minutos antes de salir hacia su casa, realmente sin pensar en casi nada, me siento a escribir esto. Hay un loco que toma desayuno conmigo y se masturba en la calle. La primera vez que lo vi le dije: hola Diógenes, el perro. Estaba leyendo el periódico, lo del premio Princesa de Asturias a Zygmunt y al otro tróglodo socióloco, que leía de vez en cuando, cuando trabajaba en la librería, qué sé yo, era algo sobre la modernidad, en fin. El tema acá es el amor líquido, que ahora la gente tiene más relaciones por minuto que nunca, el Dr. Antonio me llamó para hacer un cambio de último minuto en la imprenta, pero ni el jefe de preprensa se asoma un domingo por su centro laboral, y nadie quiere comprometerse en proyectos amorosos de largo plazo ni en jornadas amatorias de duradera envergadura mientras en el departamento del costado, el hotel estaba bonito, estaban escuchando radio felicidad: una canción de esas de Nino Bravo o Nino Sexto.

Desperté en el sofá de su casa bajo un edredón, lo siguiente que recuerdo es que ya no se me podía parar así que volvimos a salir a la avenida y era ya más del mediodía. Dormir a su lado es morir en la felicidad absoluta.

Ese sonido vintage me destruyó, la letra no me importa, la música de esa canción y los coros son adorables, amor amor amor. Llegaré un poco tarde a su casa, con los sánguches fríos seguramente y veremos Pecker abrazados y me siento el hombre más afortunado del planeta. ¿Oe rata, esa pela no tratará sobre pequetrón, no?

viernes, 11 de junio de 2010

Troglodismo

Cada vez que entro al baño a meterme un cague leo un día de la vida de Peter Wilmot y su cerebro inutilizado después de un fracasado intento de suicidio del diario que escribió su esposa, la mesera Misty Wilmot. Le dije al taxista que sentía mucha pena por lo que le está pasando a Cerati. En la radio, llamé a Humberto Lay y su esposa me dijo que estaba descansando pero que vivían cerca. Así que cuando llegó dijo que prevendría la delincuencia regando bosques con agua de mierda mientras le contaba a Nicolás algo sobre el chico genio, Richard D. James, y su evasiva forma de responder a las entrevistas. Y me pasó el dato de Ulrich Schnauss y yo le dije algo de My Bloody Valentine que anotó en un papel.

Hasta ahora, de mi trabajo solo agregué a la chica que se sienta a mi costado al facebook y todavía no me acepta. Ya, de todo lo que ha salido debe haber salido algo. Mi gatita se ha quedado en su casa tomando fotos para su proyecto y yo me quedé acá haciendo ejercicios, listo para acostarme temprano. Voy a vender en Wong un libro escrito por mi jefe de recetas para que los padres formen hijos felices y exitosos.

Vino mi sobrina, no me acosté temprano. Ha aprendido mi técnica secreta de gestos extraños y mirada de soslayo. Dícese de quien vive en el interior de una caverna.

El martes pasado habíamos terminado de ensayar y de conversar sobre el futuro, así que nos pusimos a vagabundear por el youtube y Marco puso esto:

ponle play "si tú quieres masticar las pelotas de tarzán".

miércoles, 9 de junio de 2010

Volver

casi como la Miguel's Band, que decidió también volver a reunirse y sacar nuevas canciones, que salen y luego no podemos volver a tocar, pero quedan grabadas. He estado trabajando.

Un día en la librería atendí a un gordito y luego se volvió mi jefe y ahora estoy entre el área de publicidad y márketing de sus empresas editando libros y sigo en la producción del programa Opinión por la radio llevando a músicos para que conversen y toquen un poco, una cosa divertida los viernes.

Ayer el congreso de nuestra república aprobó por unanimidad la elaboración del Libro Blanco de la Seguridad Vial del que soy editor y en octubre voy con el jefe a Argentina a un Congreso Iberoamericano de Seguridad Vial a presentarlo. ¡Qué alegría!

Ella es una gatita, lo siente todo y como lo siente, sabe. Nada le puedo ocultar. La estoy esperando mientras edito los audios del programa para ponerlos en el blog. La vida se me ha twitereado, mis fantasmas como el Pequeño Vag, el neurotransmisor y CIP me rondan de vez en cuando en alucinaciones o se presentan con extrañas investiduras por las noches en las calles o al mediodía camino al almuerzo, para decir frases absurdas e inconexas y comentar el futuro como si fuese un partido de fútbol del domingo anterior.

Los días con mi gatita son los más dulces y deliciosos de todos y ya quiero volver a encontrármela. Trabajo en una oficina, como lo hacía mi padre. Todos los días me pongo el mismo terno, a veces me da flojera afeitarme y me muero de ganas de no perder por completo las ganas de escribir, sobre todo por el miedo a perder lo único, distinto y desconocido que había en mí y que aún no consigo entrever entre el amasijo de alimentos refrigerados, enrutinados rostros reciclados y archivos desorganizados en el escritorio sobre su foto desnuda.

Cuando uno vuelve, en realidad no está volviendo a ningún lado, uno se sigue yendo nada más, lo único que se puede llevar es la esperanza de que ella vuelva como la marea del verano, como las hojas marrones de otoño, como el sol del amanecer, con su diversión eternamente nueva. A veces me duele la cabeza. Voy a morir pronto. ¡Qué alegría!

Paradero final inexistente.