Hola, somos una nación que se llama Perú
y mañana nos vamos a suicidar.
¿No te parece fantástico?
O Humala gana y ¡yaaa!, nos jodemos de frente con toda la mierda de ese cachaco que con las justas articula ideas de otros en un castellano astalaswevas con intención de no demostrar su total e intrépida estupidez.
O gana Alán y además de tener que soportar a un
pilluelo gigantón
mentiroso y ladrón
tendremos que awantar a la otra mierda del Humala jodiendo. Solo porque quiere su porción de la historia... no, del botín. Acompañado de sus camaradas estelares los gorilas fascistas de Chávez y ese wevón de Bolivia, nos van a tener bombardeados y con los nervios crispados hasta que logren su cometido.
Hay gente que quiere votar por Alán para tener estos ¿tres? ¿seis? ¿meses?, ¿semanas?, ¿días? de tranquila y lánguida cotidianeidad que nos deja Toledo, el mejor presidente que tuvo el país que nunca debió tener presidentes ni nada de esa porquería organizada para el robo y la muerte progresiva y sistemática de órganos nerviosos (llámense neuronas, científicos, artístas, místicos y todo ser capacitado para el viaje, el vuelo hipercósmico).
Vivo en el Perú, el país de la oscuridad. Humala, García, Toledo, toda esa basura está por terminarse. Voy a votar viciado, me da francamente igual quien salga presidente. Odio a los dos candidatos. Desearía que alguna ONG u organización criminal con wevos nos salve de este destino trágico y les dé muerte, como mataron a Jhon Lennon o Kennedy o a toda la gente que se muere de balazos planeados por cientos de mentes intercomunicadas en la oscuridad.
También quiero dar mi invisible apoyo a los linchamientos populares en el interior, a las protestas de universitarios en Chile y en Lima (por el pasaje universitario de a china) y a quienes estén detrás de los actos de vandalismo en París, a los niños que nacen con tres brazos y otras malformaciones. A todos ellos les agradezco las ganas de explorar y de llevar todo a sus límites. Por mantenerse fieles a las fuerzas del caos y por llevar a cabo la última de las revoluciones: la revolución de lo cotidiano.
Salga quien salga presidente mañana, me llega al pincho.
Seguiremos en la lucha.
Hasta el final.
Ayer me fui a la mierda y estuve hablando con un policía al que le dí lástima.
Y no sabía qué hacer en todo el día hasta que vi una película que se llamaba: "Los feos, sucios y malos".
Amén
o la destrucción de las formas inquebrantables. Sobre cómo tres muchachos decidieron poner un puesto de pop corn en la avenida y de cómo las monjas chinas les preguntaron dónde quedaba el jardín oscuro de Schöenberg, ellos al ver que las uniformadas en el hábito de nuestro Señor Jeremías Equisto no llevaban peniques ni chibilines, las mandaron al desvío sin percatarse que el camino que les señalaron con desidia las llevaría a través del tortuoso sendero de una felicidad infinita.