casi como la Miguel's Band, que decidió también volver a reunirse y sacar nuevas canciones, que salen y luego no podemos volver a tocar, pero quedan grabadas. He estado trabajando.
Un día en la librería atendí a un gordito y luego se volvió mi jefe y ahora estoy entre el área de publicidad y márketing de sus empresas editando libros y sigo en la producción del programa Opinión por la radio llevando a músicos para que conversen y toquen un poco, una cosa divertida los viernes.
Ayer el congreso de nuestra república aprobó por unanimidad la elaboración del Libro Blanco de la Seguridad Vial del que soy editor y en octubre voy con el jefe a Argentina a un Congreso Iberoamericano de Seguridad Vial a presentarlo. ¡Qué alegría!
Ella es una gatita, lo siente todo y como lo siente, sabe. Nada le puedo ocultar. La estoy esperando mientras edito los audios del programa para ponerlos en el blog. La vida se me ha twitereado, mis fantasmas como el Pequeño Vag, el neurotransmisor y CIP me rondan de vez en cuando en alucinaciones o se presentan con extrañas investiduras por las noches en las calles o al mediodía camino al almuerzo, para decir frases absurdas e inconexas y comentar el futuro como si fuese un partido de fútbol del domingo anterior.
Los días con mi gatita son los más dulces y deliciosos de todos y ya quiero volver a encontrármela. Trabajo en una oficina, como lo hacía mi padre. Todos los días me pongo el mismo terno, a veces me da flojera afeitarme y me muero de ganas de no perder por completo las ganas de escribir, sobre todo por el miedo a perder lo único, distinto y desconocido que había en mí y que aún no consigo entrever entre el amasijo de alimentos refrigerados, enrutinados rostros reciclados y archivos desorganizados en el escritorio sobre su foto desnuda.
Cuando uno vuelve, en realidad no está volviendo a ningún lado, uno se sigue yendo nada más, lo único que se puede llevar es la esperanza de que ella vuelva como la marea del verano, como las hojas marrones de otoño, como el sol del amanecer, con su diversión eternamente nueva. A veces me duele la cabeza. Voy a morir pronto. ¡Qué alegría!
Paradero final inexistente.
o la destrucción de las formas inquebrantables. Sobre cómo tres muchachos decidieron poner un puesto de pop corn en la avenida y de cómo las monjas chinas les preguntaron dónde quedaba el jardín oscuro de Schöenberg, ellos al ver que las uniformadas en el hábito de nuestro Señor Jeremías Equisto no llevaban peniques ni chibilines, las mandaron al desvío sin percatarse que el camino que les señalaron con desidia las llevaría a través del tortuoso sendero de una felicidad infinita.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario