Cada vez que entro al baño a meterme un cague leo un día de la vida de Peter Wilmot y su cerebro inutilizado después de un fracasado intento de suicidio del diario que escribió su esposa, la mesera Misty Wilmot. Le dije al taxista que sentía mucha pena por lo que le está pasando a Cerati. En la radio, llamé a Humberto Lay y su esposa me dijo que estaba descansando pero que vivían cerca. Así que cuando llegó dijo que prevendría la delincuencia regando bosques con agua de mierda mientras le contaba a Nicolás algo sobre el chico genio, Richard D. James, y su evasiva forma de responder a las entrevistas. Y me pasó el dato de Ulrich Schnauss y yo le dije algo de My Bloody Valentine que anotó en un papel.
Hasta ahora, de mi trabajo solo agregué a la chica que se sienta a mi costado al facebook y todavía no me acepta. Ya, de todo lo que ha salido debe haber salido algo. Mi gatita se ha quedado en su casa tomando fotos para su proyecto y yo me quedé acá haciendo ejercicios, listo para acostarme temprano. Voy a vender en Wong un libro escrito por mi jefe de recetas para que los padres formen hijos felices y exitosos.
Vino mi sobrina, no me acosté temprano. Ha aprendido mi técnica secreta de gestos extraños y mirada de soslayo. Dícese de quien vive en el interior de una caverna.
El martes pasado habíamos terminado de ensayar y de conversar sobre el futuro, así que nos pusimos a vagabundear por el youtube y Marco puso esto:
ponle play "si tú quieres masticar las pelotas de tarzán".
o la destrucción de las formas inquebrantables. Sobre cómo tres muchachos decidieron poner un puesto de pop corn en la avenida y de cómo las monjas chinas les preguntaron dónde quedaba el jardín oscuro de Schöenberg, ellos al ver que las uniformadas en el hábito de nuestro Señor Jeremías Equisto no llevaban peniques ni chibilines, las mandaron al desvío sin percatarse que el camino que les señalaron con desidia las llevaría a través del tortuoso sendero de una felicidad infinita.
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