miércoles, 30 de noviembre de 2005

En busca de Razguk

Le daba vueltas a mi sombra, ensimismado en el segundo que acababa de pasar. Huí por un momento de la conexión que empezaba a nacer entre el Universo de Universos y mis alas. Empecé a caer a tierra por mi propia voluntad. En nombre de La Musa escondí entre mis cabellos mi pequeño e infinito don para hacer de mí mismo una bala perdida en medio del cosmos. Estoy anclado, sin amigos, sin estupefacientes y ahora también sin fantasmas sometido a ser parte de su ejército, de sus prisioneros.

Esto no es una señal; esto es divagar entre dos lados. Ambos extremos se fusionan y pueden ser uno solo, mutando en millones de formas indefinidas y matices. Pero no ahora, no ahora que siento a todos dormidos y esperando inconscientemente a que amanezca para volver a la mayoría indescifrable una vez más. Abandonando sus sueños y dejando la paz universal de viajar por mundos infinitos e invisibles luego de que suene cada despertador, sé que arruiné las oportunidades de entrar en aquella mayoría y no me dolería si La Musa no perteneciera a ella. (Ahora quiero en verdad que me apuñalen con mucha rabia).

Sé que esta madrugada mis alas se encuentran resentidas conmigo y no puedo hacer algo para evitar que esto siga así. La destruxión cerebral es irreversible, lo sé, lo siento, lo asumo, lo puedo... lo puedo... no puedo...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pequeños suicidios silenciosos. Extraño haber caído tan al fondo después de tantas precauciones. Se caminó toda la noche a tientas: no se lloró; no se gimió; ni siquiera se respiró todo lo que se necesitaba. Pero te descubrieron igual. Como si nada.