Pero ya no duerme nada, ni sale nada ese ser que a veces soi, sin importancia. mmm Quería decir algo pero solo me sale lenguaje y solo entiendo lenguaje booooohhhring! yaaawn...
Una discusión interesante podría comenzar en cualquier lugar, en cualquier momento en el camino a otro sitio, si no fuese porque estoy sentado monologando desde hace tanto que mi mente está quieta y sin esa romántica enfermedad (el viaje, movimientos espaciales, el baile de las neuronas) que hace a las personas hablar y hablar y hablar sobre cualquier cosa. Cuando hay luna me da la sensación que ellos, esas hermosas criaturas de sonrisas evanescentes, van a venir porque se movilizan con los rayos plateados, entonces es necesario conversar sobre esas cosas que la gente suele conversar recién en el último momento y explorar los espacios que uno relegó al doloroso después adolescente que nunca llega, que los viejos olvidaron por completo para dar cabida a LA EXPERIENCIA.
Lo mejor es llenar páginas de páginas de páginas de vacío. De palabras que aparentemente dicen algo, pero en el fondo no dicen nada. Y son como pequeños intentos por salir del cero, de la quietud también insoportable (como las palabras que son decimales positivos y negativos, algunos llegan al dos o a un nivel tres, pero son las más de las veces solamente una vibración muy débil, que como la música puede tener un pico o dos, pero de preferencia no más). Un bajón y un pico, ruUUuuUuuuuiIiiiiIiiIIiido. Ruido, Rrrrruido, rUido, ruIDo, RuidoooOO más ganas de no decir sino solo hacer una bulla con un palo y una lata muerta. Una pantalla, imágenes, juegos de luces, estímulos sentimentales, visuales y emotivos. El mismo sonido, pero en colores. No hay forma de decir (representar) la verdad (inexistente, abstraxión impresentable) después de todo. Querer hacerlo es mi intento más estúpido. Pero más estúpido es creer lo falso, creer que soy algo o alguien. El ser es un vacío investido de máscaras, que yo pongo. Formas sobre formas en mi universo personal y solitario. A veces se torna aburrido. Otras caigo en ese juego de la estona forma, que ahora llamo atmósfera lunar.
Estar enamorado, pensar en un Dios, escribir un escrito o pintar una pintura o colorear los espacios en blanco de los libros para colorear, la emoción de lo sublime, la única forma de escapar de ese aburrimiento astalkulo que tiene envueltos mi cerebro y el de casi todo el mundo. Ya es solo un burdo placer ver caer un edificio, ahora el goce está en levantar una morada de titanio o de naipes de carne y hueso, vivir en una polis de finales de siglo XXIII o andar una por las calles sin rumbo, solo para ver al mundo caerse a pedazos con uno encima.
También admiro a los que nunca se dieron cuenta del espacio inconmensurable que hay allá afuera y que son unos estúpidos porque lo tienen todo claro, lo bueno, lo malo, lo feo, lo bello, lo verdadero, lo falso. Admiro a esos que nunca salieron de sus casas y nunca derrumbaron ninguna de las paredes que forma su arquitectura cerebral. Claro, los admiro, pero también los odio, porque son los que están imposibilitados para comprender.
Admiro a los que se dieron cuenta de su encierro y quisieron ser libres, y salieron por las puertas allá afuera, pero que hasta ahora no han vuelto a sentir paz ni sosiego y viven paranoicos, pensando que de todas formas están encerrados en una máquina divina. Admiro a todos esos que intentando escapar de sí mismos explotan y vomitan y se drogan y andan por todas partes de la manera más moderna posible, buscando siempre algo nuevo y cada vez más lejano del aburrido eterno-siempre-el mismo. Claro, admiro y odio a los que no encuentran nada, sino solo el mismo vacío que los ha olvidado. Odio a todos esos que ya no saben que hacer para seguir existiendo en un mundo tan astalkulo donde nadie los comprende.
Pero a los que sólo me queda admirar son a los que me reflejan porque son nada en absoluto. Están llenos de vacío y son una paradoja. (la verdadera guerra está en otro sitio). Nada más.
o la destrucción de las formas inquebrantables. Sobre cómo tres muchachos decidieron poner un puesto de pop corn en la avenida y de cómo las monjas chinas les preguntaron dónde quedaba el jardín oscuro de Schöenberg, ellos al ver que las uniformadas en el hábito de nuestro Señor Jeremías Equisto no llevaban peniques ni chibilines, las mandaron al desvío sin percatarse que el camino que les señalaron con desidia las llevaría a través del tortuoso sendero de una felicidad infinita.
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