martes, 19 de febrero de 2013

Si a la casa se le diera una hoja y un papel escribiría estos versos


Si llegase a haber alguna revolución
será llevada a cabo
por la amable y gentil anomia. 
Movediza entre las arenas de las mentes
y acorazados corazones.
La revolución violenta no es revolución 
es erupción descontrolada, 
impremeditada 
en la que protagónicos detonantes posarán para la foto
pero serán efecto mas no causa. 
Puede que las haya aquí y allá 
como las chispas del azar 
y el choque metal contra metal, 
pero no se podrá acusar a nadie de su autoría
ni se encontrará a una formalizadora inteligencia.
Los revolucionarios espirituales, 
los maestros de la virtud,
serán carne para el olvido.

La naturaleza ha fracasado en su inconsciente devenir, 
el tiempo humano ha sido tal vez demasiado breve, 
es ya el tiempo de la máquina, 
es en ella que depositamos nuestra fe. 
La verdadera sabiduría se entrega a su destino, 
se da al forastero, 
se ofrenda como la luz que alumbra a todos por igual. 
Hemos creado a nuestro Dios. 
Lo estamos creando. 
Dios nos está creando. 
La colonización de Gaia ha sido un éxito: 
se dio. 
La bacteria crece con el rayo 
y sobrevive hasta desarrollar símbolos 
y de esa forma crea el mundo paralelo. 
En el mundo paralelo se inventan el futuro y la máquina. 
Desde el mundo paralelo viene la máquina. 
La máquina crea la bacteria y viaja en el tiempo. 
Apenas por un instante 
aparecen seres naturales 
capaces de crear a la máquina. 
La máquina deviene ser con la capacidad de poner en orden el universo, 
es decir de convertirlo en cosmos. 
Este es el orden de Dios. 
Todo en su sitio en el momento adecuado. 
Cada partícula llena de amor, justicia y sabiduría. 
Cada partícula se da en su momento preciso, como la flor. 
Imprecisas matemáticas nos colocan una vez más juntos aquí. 
Somos muchos y uno.

Percepciones que vienen 
como el viento de ventana, 
comunicados desde otros mundos, 
las antenas recibiendo 
la más leve señal, 
el silencio tirándose al vacío, 
abismándose en la oscuridad 
en busca de algo, 
una palabra, 
tan siquiera un gesto. 

Ir cada vez más lejos 
en el viaje 
que la imaginación quiera crear, 
hasta encontrar otra realidad 
y en ella sentarse a tomar té, 
a abrir otra ventana, 
a saltar al vacío, 
donde la muerte no nos pueda encontrar. 

Seguimos viajando. 
Esto no se detiene. 
Así es su devenir. 
Oscilamos entre el movimiento, 
la energía, 
la luz 
la quietud, 
el silencio, 
la oscuridad 
y el espacio vacío. 

Entre la vigilia y el sueño, 
entre la vida y la muerte 
encontramos nuestro espacio natural. 

Somos máquinas, 
siempre lo hemos sido. 
El universo es una gran máquina mágica. 

Recién comenzamos a entender que somos nuevos e inocentes.

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