martes, 26 de febrero de 2013

Si alguna vez te deleitó fue cosa del azar

Hacer no tiene por qué implicar una voluntad de producir mayor agrado que el de la evacuación del pathos. Están creciendo los desiertos, cualquier forma de vida encontrada es ya un jardín zen. Puedes bucear las corrientes que provienen del pasado si gustas y navegar el silbido de las ventanas rajadas los domingos por la tarde, antes de salir a comprar el pan, después de la siesta, cuando no hay nada que hacer o buscar los marcadores con instrucciones secretas dejados en los libros guardados en cajas que se van a regalar, también puedes concentrarte y ver cada unas de las cosas que hice y cada una de las decisiones que tomé. Puedes ver como lo estoy haciendo infinitamente y ser la risa asesina que escucharemos después de la tercera campanada, el canto del gallo y el repique del cañón. Desde el principio de los tiempos has podido echarte a llorar o tomar por asalto la torre de no control para ponerte a dirigir y controlar por radio las actividades de tus puertos y pistas,  usando el casco de Daft Punk, la careta del Guido Fawkes y un traje de látex negro o las telarañas que hay debajo de mi cama y su camuflaje en polvo de las alas de polillas virtuales o cabalgar en el momento que te hubiese dado la gana moluscos de jardines edénicos y seguir haciendo lo que habías venido a hacer mientras la eternidad sigue girando. La arena nos está cayendo encima y tú todavía estás buscando a alguien a quien culpar. Ponte la máscara que quieras, el verdadero arte está en quitártelas todas y ver cómo el silencio llueve, en escuchar el canto de sus gotas antes de volver a ser vapor, sangre (de Fedro) y mirada (de Lisias).

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