Los maestros del weveart

¡Qué bonito es atacar por todos lados al sistema!
¡Qué rico es estar más lokazo!
He llegado a la conclusión de que el amor del que hablan las mujeres es la capacidad humana de diferenciar a una cosa entre un montón de otras que son totalmente iguales.

La finalidad del hombre es ser un capo, destruir en alguna actividad humana o abismarse en algún campo del conocimiento todavía inexplorado. Llegar a ser un capo requiere esfuerzo y dedicación diaria, hora tras hora, minuto tras minuto, segundo a segundo. Sudor goteando durante el entrenamiento y deseos de morir si no ha habido mejoría. Morir si no hay avance. Ser un capo puede ser también el postmoderno locazo que exagera al máximo el devenir moderno hacia una finalidad estratosférica, inalcanzable, imposible: como la que siente el adolescente con acné por la chica que va con un vestido distinto a cada fiesta en su salón de secundaria.

El humano es el instrumento que tiene el universo para renovarse rápido, para curar y matar, the great destroyer. Los maestros la destruyen. Se llama maestro a aquel ser humano que simplemente la destruye, se dedica a destruir todo lo que ya sabía, todo lo que era, todo lo que había venido a ser en un pasado para ser mejor que eso y si no mejor al menos un paso más allá en alguna dirección. Destruir es hacer algo bien. Uno hace algo bien y los demás dicen: bueno, has hecho algo bueno. Está bien lo que has hecho, la recontra destruyes. Nadie puede superarte y les puedes enseñar a otros con cariño lo que has aprendido a destruir, es decir puedes dar, se las metes. Una vez que ya has destruido algo es tuyo. Te pertenece inagotablemente, como una fuente desangrándose o como una boca abierta en la que pueden entrar infinitas moscas y babeante. Tu fuente es tuya y de nadien más. Todos pueden acercarse a tu boca y chuparla o lamerla e incluso pueden copiar el sabor de tu saliva, aunque también si quieres. Algunos maestros se reservan el derecho de admisión. Pero el destructor tiene su morada y ser en su objeto de destruxión. Desde su local puede dar y darse en conocimiento o tecné, puede venderse o regalarse, lo importante es que le master ya tiene un capital. Es decir es un capitalista, que como vemos no viene de capital. Un capitalista es el capo que hace de su habilidad y tal, una forma de insertarse en el sistema económico y financiero del sistema en el que desafortunadamente lo chorrean al nacer.

Una vez que el hombre se capacita, se hace capo en algo. Deja de ser sólido, pierde materialidad y adquiere fluidez. Se vuelve flow, baila perreo y la pasa mejor. Se convierte en maestro, master of reality, master of puppets, champion, señor de los vientos. Solo a los maestros les está permitido flotar, entre otras extrañas habilidades no clasificadas.

Todo esto no quiere decir que el maestro sea superior o se encuentre en ventaja o desventaja sobre los otros, los tristes, los que no sirven para otra cosa que para obedecer, los alumnos de colegio, los pupis, los chibolos, los monses, los más, los zombies. Los que todavía se arrastran como babosas por el suelo porque todavía no han aprendido o no han llegado a destruir como su maestro. Un pupi también puede destruir y puede mechar con otros pupis, pero es en el sangha donde ello será determinado por el maestro.

Lo opuesto de entrenar es wevear. Y aquellos que se entrenan en las artes del wevear deberían ser excomulgados de todo Sangha por no tener nada que enseñar, nada que ofrecer. Sin embargo, los wevers también conocidos como dharma bums, garbages, incomprendidos creados por D'onofrio, adolescentes creados por algún publicista norteamericano de principios del siglo XX, [imagino que después de las guerras mundiales comenzaron a existir adolescentes weveros, aunque qué más da, también podría haber sido antes con las primeras vanguardias (aunque los vanguardistas ya eran tíos cuando hacieron sus pastruladas) o hasta incluso con el romanticismo (aunque el romanticismo alemán fue medio emo con eso de los suicidios)], larvas-parias (que no pueden ser clasificados ni como grandes capitalistas corporativos, ni como aburridos pequeñoburgueses, ni como ígnaros mártires dícese: proletarios/campesinos/entre-otros-wakchas-ubicados-en-la-cadena-evolutiva-entre-el-animal-y-el-humano); son justamente quienes ocupan la cúspide del nuevo orden mundial por ser los avatares, los enviados, los mensajeros portadores del nuevo evangelio, de la buena nueva, la noticia que les alegrará el corazón al resto de humanos inútiles: wevear, o sea no hacer nada, es lo mejor que se puede hacer.

-¿Qué haces?
-Ahí, nada, weveando.

Extraido de: "Tratados filosóficos de un triste"