sábado, 20 de septiembre de 2008

071-B-078





The only people for me are the mad ones,
the ones who are mad to live, mad to talk,
mad to be saved, desirous of everything at
the same time, the ones who never yawn
or say a commonplace thing, but burn, burn,
burn, like fabulous yellow roman candles
Exploding like spiders across the stars.
Jack Kerouac, On the Road.


¿Cómo se mata a una fiera imaginaria? Semáforo en rojo de pronto y él con un pie en la vereda y otro en la pista. La pregunta en el aire. El pie suicida regresa a la vereda. Las máquinas motorizadas avanzan como abejas ruidosas. La pregunta en el aire. ¿Cuál es la pregunta? ¿Cuál es, cuál es…? Siempre el olvido como un golpe seco que deja su cerebro vacío hasta que la memoria trae la pregunta de regreso. ¿Cómo se mata a una fiera imaginaria? ¿Cómo mato al ser que todos creen que me habita?¿Acaso no lo ven? Es un monstruo sin cuerpo definido que se apropia de cada espacio convirtiendo la libertad en un sueño y la realidad en una pesadilla. Está aquí afuera pisoteando cada deseo, amarrando manos y pies, amordazando risas y gritos espontáneos y por lo tanto verdaderos, le explicaba a Plosh unos días atrás. Los dos viajando al centro de la ciudad, tumbados en el asiento trasero del autobús. Érase una vez un soldado que soñaba despierto, repetía ella como cada vez que lo escuchaba hablar así: formando nudos y nudos con las ideas enredándose en sus labios, las palabras tropezando unas con otras. Viajar es un sueño y soñar es un viaje, soldado. Entonces el Soldado XY recostaba su cabeza en la suave curva del hombro de Plosh y echaba a volar sus preguntas como si pendieran de una cometa, soltando la cuerda un poco, un poco más hasta llegar a la cima del olvido.
Sin embargo, las preguntas siempre regresaban, giraban y daban vueltas en el viento de la memoria, viajaban de retorno en el río de lágrimas de los recuerdos. Volvían, pero jamás intactas. Siempre algo en ellas había cambiado, se habían transformado en algo más grande: una pregunta gigantesca que se bifurcaba en otras como las largas y enredadas ramas de un gran árbol, bajo el cual el Soldado XY respiraba envuelto en la sombra perpetua de la duda. Las caminatas crepusculares que él emprendía eran cada vez más frecuentes y extensas. Sus pies ansiosos, convertidos en pasos, lo acercaban a la pregunta tanto como lo alejaban de la respuesta.

El Centro de Atención al Cliente se alza prominente al otro lado de la pista como un gran muro divisor que debería ser derrumbado. El Soldado XY se imagina corriendo hacia el muro y destrozándose el rostro contra él. La sangre coloreando la pared. Semáforo en verde de pronto y él con los dos pies inmóviles en la vereda. Otra vez el miedo arrastrándose como una serpiente desde las manos hasta el cuello, derramando veneno frío a su paso. Soldado-paralizado. Entre la pista y la esquina del Centro de Atención al Cliente la corta distancia se torna infinita y ardiente como un desierto. Antes que el verde se torne rojo en el semáforo el pie suicida da el primer paso hacia adelante sabiendo que ya no hay vuelta atrás: la pista es el camino y el Centro de Atención al Cliente es el inevitable final.

El recinto es amplio, paredes grises en diversas tonalidades y un orden extremo: cada cosa en su lugar. Varias filas de sillas dispuestas frente a monitores que indican códigos hechos de números y letras. Las personas parecen haberse acoplado al sistema de tal forma que cada nuevo código que aparece en la pantalla provoca siempre un movimiento inmediato en quienes esperan sentados. Se ponen de pie y se dirigen ansiosos a alguna ventanilla numerada correctamente.
El Soldado XY tiene las manos congeladas por el áspero ambiente de esta cueva gélida en la que él es un animal pequeño e indefenso, completamente perdido. Mientras estrangula el ticket código 071-B-078 entre sus dedos, no le cabe duda alguna de que se encuentra en las entrañas mismas del monstruo, en donde no hay refugio alguno. Mi único refugio es la puerta del almacén tibio de Plosh, tan parecido a la casa-matriz que habité antes de salir al mundo. Sólo basta recordarla, como ayer cuando me susurró al oído: Yo te amo con fervor revolucionario. Ella sólo sabe amar así: con el puño alzado y los brazos abiertos, con el pecho tibio suspirando entre gemidos, con las piernas doradas palpitantes entre las cuales yo avanzo desnudo como en un campo de maíz. Mientras ella me devora tranquila y muere una, dos o tres veces conmigo dentro, al mismo tiempo que me ve renacer una, dos o tres veces dentro de su cuerpo. Plosh es un sueño. Una chica que está loca y me acompaña siempre, sobre todo en mis paseos por la ciudad de fuego y le entra a todo y me mete de colado. ¡Que me quita el frío! ¡Que me quita el sueño! ¡Que me lo enseña todo! Como al alumno más aplicado y más desamparado de su clase para ser un cosmonauta.

Extraído de: Mi correo eléctronico (si quieren pueden mandar sus colaboraciones chéveres a pamchuwon@hotmail.com para que las publique)

("colaboraciones chéveres", ja)

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