El libro es metálico: crisol de humo uranio, nicotina y acero; música industrial insana, cobriza y proletaria; sus constructores son personas, que desearían estar dormidas, pero que nunca se darán cuenta de sus deseos más profundos. Subes a un automóvil temprano, de lunes a viernes, con un poco de sueño y flojera atenuada por el café, la coca o las bebidas energizantes y pasas por la Javier Prado soplándote un atolladero tras otro para llegar a la hora de entrada a esa ballena en cuyo oscuro estómago transcurren tus mañanas y tardes. O sales de tu casa más tempranito para avanzar con las cosas que habías dejado pendientes el día anterior, perdiéndote de ver la primera sonrisa de tu hijo en la mañana o su primer refunfuño y te pierdes también de preguntarle el porqué de ese gesto, cuya respuesta te habría hecho reír por su simpleza e inocencia: “es que hoy no quiero ir con uniforme y quiero ir con buzo al colegio, estoy harto del uniforme”, “es que me duele la barriga" (nakever, mentira, puro floro, lo que pasa es que ayer le habló a la chica que le gusta y ella no se dio cuenta de la trascendencia ni de la magnitud del tal evento, pero no te va a decir eso, -no puede, el libro inmenso dice que no-, sino que solo te dice que le duele la barriga y que hoy no quiere ir, pero sales temprano de tu trabajo y no te dice ni eso porque tú no le has preguntado nada que valga la pena como: "¿qué sientes?" o "¿en qué estás?" o "¿qué quieres hacer?", así como tampoco te dirá cuando tenga 15 años y esté saliendo todo el día de la casa, que le invitaron marihuana y fumó y que quiere pasarla relajadazo abrazando a su enamorad@, perdid@ en el tiempo, sintiendo que es joven y que el tiempo es lo que menos importa porque se puede desperdiciar en caricias. Que el tiempo, ese ser tan respetado por ustedes, los adultos, no sirve y es deshechable mientras esa piel roce la suya, y que ya no se divierte contigo ni con cualquier otro miembro de la familia como antes, sino con ella o con sus amigos con los que se droga). Pero de todas formas te miras sonriente en el espejo y te pones esa ropa hecha de corbatas y faldas que sirve para que no te vean feo en las calles, sino más bien para que te veas igual a todos e inofensiv@ y no puedas hacer nada que vaya en contra de las reglas que, por cierto, nadie nunca ha enunciado. Reglas que todos creen dadas por la naturaleza, por Dios o por cualquier otro mito, porque están escritas en el libro inmenso, el libro del padre que nadie jamás se atreve a desobedecer, de las mitologías que nos dedicamos a masticar nosotros los críticos, los que todavía podemos criticar. Palabras que tenemos cogidas entre las mandíbulas sin poder darle un mordiscón que se note, si no que apenas la pudrimos por aquí y por allá, como arenisca desapercibida o publicidad below the line tirada por el repartidor en una calle para que el camión de la basura la recoja.
"y nadie ve a estos tipitos de entre 18 y 25 años colgados de mandíbulas en este libro manzana, que tiene demasiado cagados del cerebro a los habitantes del mundo."
Sales de tu casa con un dolor en el corazón, que no sientes, porque nadie nunca te ha explicado cómo son en verdad las cosas. Es como una mesa de desayuno silenciosa, como cualquier habitación llena de personas que no hablan, como una prisa por irte, como una incomodidad que nunca sientes porque te viene con la rutina (pero no ves a quienes se ríen de ti por hacer todas estas cosas idiotas), un dolor terrible e inmenso que te cierra el pecho (una herida de la que se alimentan esas alimañas), que te enferma, pero que nunca sientes. Muchas veces lo ocultas con una sonrisa de espejo y te engañas: “ya faltan dos días para el fín de semana, al fin jueves”. Pero, lector(a), es un engaño dos días no es poco tiempo. Dos días es un montón de tiempo. Tu existencia se está desperdiciando. Te diría lo que le dirías a tu hijo: “estás desperdiciando tu existencia, si supieses lo que haces no lo harías más.”, pero estamos muy lejos. PERO ADEMÁS, LECTOR(A), ESE DOLOR ESTÁ AHÍ PORQUE SABES QUE QUISIERAS HACER OTRA COSA, PERO desgraciadamente TIENES QUE IR A TRABAJAR Y HACER COSAS. Y LO QUE TE DUELE MÁS ES EL PUÑAL DE NO SABER QUÉ ES ESA OTRA COSA QUE QUISIERAS HACER, PORQUE HASTA AHORA NUNCA LO HABÍAS PENSADO A PROFUNDIDAD. De poder hacer tú mismo el mundo lo harías igual a como está o peor, en el mejor de los casos.
En las pistas (esos señuelos que te invitan a seguir tu viaje hacia lo desconocido), las esquinas (encrucijadas que se abren como posibilidades ignotas), los semáforos (autoridades del orden urbano y signos de la forma de vida que has escogido para ti, a los que obedeces diariamente sin darte cuenta, como todos esos otros que se mueven por el mundo como tú, sin darse cuenta de nada, como ovejas enfermas y tontas), tu cerebro que hoy despertó con la posibilidad de ser humano vuelve a ser golpeado con noise: camiones anvibiolentos, pisadas raudas y paranoicas pisadas y pitazos esquizoides de policías de tránsito “¿estaré bien o no? No me importa, mientras no me vea el policía”, bocinas vibioladoras, enloquetrecedoras, maquiladoras, taladroides, mezclatupefacientes, cúrsiles radioterapias, televisivos lavados gástrivos y vomitivas apologías publicitarias a la violencia autoritaria y la violenta autoridad y miles de voces que suenan como el murmullo de un ser de miles de cabezas que te aturden y no entiendes o no llegas a entender del todo (te contentas con lo poco que entiendes y piensas que no es poco, sino que es lo suficiente y lo suficiente está bien, ¡pero es mucho más difícil y complejo que eso!), obras de construcción, pero sobre todo de destrucción, manos que botan botellas de plástico por las ventanas de los autos y los micros; gente de mierda, que te grita porque conduces mal, porque cruzas mal las pistas, porque simplemente te quedaste mirando las palomas y casi te atropellan o TE GRITAN porque estás parad@ en un mal sitio, por ejemplo, detrás de un auto que quiere salir; miradas que no soportas porque tienes esta mini que te queda ceñida y el escote que luces jala las miradas mañosas de estos cholos que han invadido la ciudad y quisieras que hubiese una cortina entre ti y los demás que ya parece que con sus miramientos te arrancasen pedazos enteros de músculos, grasa y nervios y que con sus lenguas los recogiesen para masticarlos, porque te dicen cosas horrísonas que te excitan y que desearías no oír y dices irónica: “desearía no tener tan (buen poto)(buenas tetas) y no tener que ser vista por esos asquerosos arrechos, ajjjj”. Pero llegas al trabajo o a la universidad o al colegio o a cualquiera de esos sitios a los que irías con menor asiduidad si pudieses hacer tu vida de la forma en que te diese la gana. Y tu cerebro cansado cae inconsciente en un sopor tibio. Ya estás dentro de la ballena. Absorbid@ por un fantasma.[I might be wrong. I might be wrong. Agito mi cabeza frente al espejo no puedo estar escribiendo esto, no puede ser que me haya convertido en Jonás, el que habitó la oscuridad escapando del peligroso designio de Dios.] Mis amigos de infancia me dicen: you used to think. Ahora me miran con lastima, algunos con mofa. Pensaban que sería alguien, pero se han dado cuenta que seré nadie o, lo que es lo mismo, alguien sin dinero, con un enorme fracaso y una herida en el bolso y en la sombra.
Te han dejado abandonado y solo en medio del caos, en este encuentro enfermo de los robots esta convención de androides viajeros en el tiempo, que, como tú, pueden ser descritos como personas “comunes y corrientes intentando sobrevivir amargamente” o como perros “andando alegremente, moviendo la colita”. Pero cuando la soledad de casa vacía, familia que se ha ido y te ha dejado porque despertaste tarde y están cansados de esperarte y saben que te demoras todo lo que te da la gana para entrar a bañarte y nadie te llama por teléfono para decirte qué hacer, adónde ir, ni te conectas a Internet porque ya te has aburrido de conversar por el msn siempre con las mismas personas que ya no tienen nada nuevo que decir; la empleada se ha tomado el día libre y no suenan los huaynos que te suelen despertar a las 5:30 de la mañana todos los días. No hay nadie en la casa y no quieres poner música, porque te sientes un poco triste y vací@ y te preguntas qué quiero hacer, qué quiero ser. Soy solo yo y nada más, no esto que tengo en los bolsillos ni esta ropa que llevo puesta ni siquiera este cuerpo bello, fuerte, esbelto y joven para algun@s y feo, débil, desproporcionado y viejo para otros, solo atinas a responder con frases como: “quiero un auto del año” o “quiero una casa en una zona residencial” o “quiero unas vacaciones en las Bahamas” o “quiero algo simple”, en la misma línea, pero con franca e infinitamente mayor simpleza “quiero más dinero, un mejor sueldo”. O unos deseos un poco menos materialistas y de pronto más humanos como: “quiero quemar esta grasa, estirarme los pellejos, hacerme un piercing, un tatuaje, cambiarme el color del pelo, ir al gimnasio, ser más bell@, ser más joven, ser más atractiv@, llenarme el alma de prótesis tecnológicas y de ser posible abandonar el cuerpo y ser una ilusión, un holograma con inteligencia artificial, un constructo hecho de polvo, de pequeñas máquinas nanoscópicas”. ¿Qué quiero? Asalta esa pregunta en el sofá o sobre la cama en comerciales, cuando vas al baño, cuando tiendes la cama, y no hay nadie que te joda con tonterías y preguntitas y preocupaciones, y no quieres nada, pero quisieras querer algo. ¿Qué quiero? ¿Estoy yendo hacia lo que quiero o me estoy alejando? Eres presa de las preguntas que hacen que este encuentro enfermo anual de los robots tenga algún sentido. Algún día diré, en definitiva, cuál es el sentido y el significado de todo este vagabundeo, pero tendrá que ser en otro post, porque este ya está muy largo.
o la destrucción de las formas inquebrantables. Sobre cómo tres muchachos decidieron poner un puesto de pop corn en la avenida y de cómo las monjas chinas les preguntaron dónde quedaba el jardín oscuro de Schöenberg, ellos al ver que las uniformadas en el hábito de nuestro Señor Jeremías Equisto no llevaban peniques ni chibilines, las mandaron al desvío sin percatarse que el camino que les señalaron con desidia las llevaría a través del tortuoso sendero de una felicidad infinita.
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