Miren, miren como salimos de la depresión.
Qué no hayan más ganas de estar muerto,
vamos sal de la cama y abre la cortina.
Levanta los brazos y observa a estos pajaritos cantarines
mira el cielo celeste clareado por los brillantes rayos blancos, atravesado por los negros postes. Qué así como ellos rompen las nubes y su plomiza pesadez matinal,
tú quiebres la estructura de este día.
Te deseo una feliz e inesperada
caricia visceral en el centro del universo que habitas.
Agítate como un desquiciado dentro de una botella de medio litro.
¡Qué seas todo lo feliz que tu cuerpo pueda soportar serlo!
o la destrucción de las formas inquebrantables. Sobre cómo tres muchachos decidieron poner un puesto de pop corn en la avenida y de cómo las monjas chinas les preguntaron dónde quedaba el jardín oscuro de Schöenberg, ellos al ver que las uniformadas en el hábito de nuestro Señor Jeremías Equisto no llevaban peniques ni chibilines, las mandaron al desvío sin percatarse que el camino que les señalaron con desidia las llevaría a través del tortuoso sendero de una felicidad infinita.
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