La gente prepara sus cuerpos en gimnasios, en parques y otros centros de entrenamiento físico y mental porque saben que pronto comenzará el ataque. Cuidan sus cuerpos como los técnicos de artillería limpian y mantienen bien cuidados los arsenales de aniquilamiento. El fantasma de la guerra merodea las ciudades modernas. Los tigres rondan sigilosos como sombras en sus jaulas, haciendo el seductor baile de la muerte frente a los niños. Saben que pronto la prisión se va a abrir y saldrán luego de miles de años con las fauces y las garras como sierras eléctricas queriendo destrozar toda manifestación de carne que se les ponga en frente.
Los hombres se entrenan, se hacen mejores, progresan, evolucionan para matar, para eliminar a los demás y sobrevivir, para permanecer en el tiempo. Si fuese necesario asesinarían a sus propios hijos y hermanos. Nada les importa mientras las ventanas de sus autos estén polarizadas. Una sonrisa amarga y un no-pensamiento acerca de la existencia es lo que llevan en el morral verde, junto con algunas pastillas y tumores que terminarán con sus días insípidos y de temor a morir: a deslizarse como un surfer, un skater, un biker que se cuela entre los vehículos terrestres de las grandes urbes en sentido contrario.
o la destrucción de las formas inquebrantables. Sobre cómo tres muchachos decidieron poner un puesto de pop corn en la avenida y de cómo las monjas chinas les preguntaron dónde quedaba el jardín oscuro de Schöenberg, ellos al ver que las uniformadas en el hábito de nuestro Señor Jeremías Equisto no llevaban peniques ni chibilines, las mandaron al desvío sin percatarse que el camino que les señalaron con desidia las llevaría a través del tortuoso sendero de una felicidad infinita.
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1 comentario:
Yo preparo mi exterioridad en el salón de belleza. Después, en consecuencia, estoy apta para preparame físicamente sobre los resortes de mi cama.
Ada.
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