Ser interminablemente feliz no es solo una forma de habitar el mundo. Es una actividad política. Estar ahí feliz aunque nadie sepa lo feliz que es uno que está ahí, es lo que hace que el mundo siga funcionando y a nadie le importe. Si todos fuesen felices no habría gente por ahí jodiendo y cagándola toda.
Hoy lo voy a comprobar cuando vuelva de Wilson, que es el paraíso de mi cultura. Donde puedo conseguir el software que quiera, que se me antoje, que necesite y que esté buscando. Puedo escribir alguna cosa e imprimirla para bolantearla por 30 lukas. Wilson yo te amo.
o la destrucción de las formas inquebrantables. Sobre cómo tres muchachos decidieron poner un puesto de pop corn en la avenida y de cómo las monjas chinas les preguntaron dónde quedaba el jardín oscuro de Schöenberg, ellos al ver que las uniformadas en el hábito de nuestro Señor Jeremías Equisto no llevaban peniques ni chibilines, las mandaron al desvío sin percatarse que el camino que les señalaron con desidia las llevaría a través del tortuoso sendero de una felicidad infinita.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
wilson, el hueco y polvos, son los sitios favoritos de mi lima
Publicar un comentario