sábado, 20 de septiembre de 2008

La semiótica siempre estuvo ahí



Todas las serpientes están siempre mordiéndose la cola.
Sin ellas nada de esto jamás habría sido hecho.
Serpientes reptando sobre el árbol de la vida.
Cambiando de piel, siendo otras, mientras avanzan hacia la mordida letal.

Como hienas inagotables
Inextinguibles ¿en qué estás?
Indestructibles
Como soles inmutables
Inalcanzables
Inexpresivos
Como viajeros
Que miran por la ventana
Las cosas convirtiéndose en líneas rectas sinsentido.

Yo les dije que se amaran tal como yo los he amado. Que se amaran como se aman a sí mismos.
Y yo les dije que abandonen todo deseo y se mantengan quietos y en silencio.
Y yo les dije que sean buenos.
Y yo les dije que todos habitamos en una sola casa.
Los dedos de una mano conversan y se tiran a reír mientras mueren/aman (se olvidan de sí mismos y se preocupan de otro, totalmente desconocido), mientras viajan y cambian de piel.

No soy esto que vez, pero he venido a decirte que eres tú. Estás solo y haces que todo esto suceda. Estas solo como la yema dentro del oscuro cascarón, soñando todo esto. Encerrado en una fluximación rotoscópica. Y todo esto es real, pero no lo es. Y más allá del cascarón hay infinitos seres de colores brillantes que te mandan rayos eléctricos para controlarte, como te controlan los comerciales de la televisión. Esquizo, ¿dónde estás ahora? Y finalmente, ¿quién eres, hoy? ¿qué muerdes?

Si yo fuese Vallejo tendría esas mismas hematomas y luciría con igual orgullo por el mundo las laceraciones de mi pueblo. Pero vivo en un siglo en el que ya ni se sabe el dolor por dónde viene, en el que la desconsideración y la falta de formas ha dejado sin trabajo a los heraldos y ya todo está desfasado y herrumbroso, menos los aparatos electrónicos gringos y ponjas made in China. ¿Qué daría por que mi abuela estuviese viva y pudiese saborear toda una tarde su comida y un postre hasta caer dormido? Acá todos estamos solos aunque digamos lo contrario.

Extraña conmoción me produce tu amor que mientras más me embarga, menos lo siento, que ya no siento ni el mundo que me rodea ni mi propio cuerpo ni un punto, ni una línea ni un número ni a Platón. Con tus labios me inyectas una anestesia rara, sin antídoto, fría como si la hubieses tenido largos años guardada en el refrigerador. Bien y mal, ya no sé qué significan ese par de palabras. Creo que hablan de lo mismo, del destino, que para todo lo que no sea 1, siempre termina con la palabra muerte. Todo esto ya lo he soñado antes. Voy surfeando una ola llamada deja vu. Mis ocho mil rostros van cayendo uno tras otro como castillos laberintos de fichas de dominó y la esfera de espejos que cuelga del techo lanza la carcajada para que nunca dejen de caer los millones de máscaras. Unas de estas caras caen con un chillido desesperado a besar el suelo, son las que más risa dan.
Es una mariconada, pero sí, cuando quedé desnudo me sentí como una rosa hecha de una luz hermosa porque miré abajo y solo vi el camino de espinas y espadas que conduce a ti y al ver arriba no vi nada, solo el inconmensurable espacio infinito, lleno de azul. Y a tu alrededor las otras rosas mudas disfrutando de sus propias existencias. Entonces dices: conchesumadre ya llegué. Ya no hay nada más ni dolor ni nada, solo perfección y todo deseo como un sueño se teje por sí mismo en la parte interna de los pétalos tan juntos, tan unidos que parecen un solo ecran blanco. Respiras y vuelves a ver arriba el azul lento, hacia el cual aparentemente creces a través de eternidades y distintas rosas a las que los pétalos se les caen como lágrimas; y abajo nuevamente ese viejo camino de espinas y espadas que transitan los Budas antes de llegar a Buda.

Entonces recuerdas que tienes un cuerpo, que tiene una familia, con 24 años de vida y un sexo masculino que siempre está detrás de todas las mujeres sin rostro, que vive en el planeta tierra y que probablemente esté ahí tirado en el suelo a tu costado, rodeado de nuestros ángeles y otros seres de luz que a veces, creo yo que por lástima o por cariño o porque alguna leche mana de nuestras glándulas que les gustará como la miel, vienen a ayudarnos, protegernos, entretenernos, qué sé yo, hacen tantas cosas. Anestesiado por tu beso y tus lamidas, aterrizo y me vuelvo a meter hasta las yemas de los dedos y me incorporo con la cabeza mojada de sudor para tirarme encima tuyo y jugar a otra cosa. A que terminábamos con el mundo y sus neblinas y mandábamos todo a la mierda o que éramos enviados de galaxias muy lejanas a esta nave espacial para celebrar un pacto cósmico con nuestros cuerpos o salimos a comer algo y regresar a nuestras casas.

Extraído de: Es más o menos octubre

2 comentarios:

bimembre dijo...

"...porque la actividad erotica puede ser a veces no solamente ese perverso y animal frotamiento de las epidermis, sino tambien un torturado intento de dar alguna forma palpable a ciertos sueños, a ciertas promesas de la vida" juan marse.

anónimo 4 dijo...

puta que el goear cagó gente