lunes, 24 de octubre de 2005

Más de lo mismo

Ya nadie lee. Ese libro inmenso cae en la oscuridad por un periodo de mil años más. Bienvenidos a la segunda edad media. Adiós humanismo, adiós locura, adiós mundo. Hola caos, hola autoritarismos, hola ignorancia y oscuridad. No se pierdan. El mundo está renovándose. Les estoy contando una historia que podría ser la vuestra. El ser vive la historia. Pero no hay otra forma de vivir la historia que contándola. Pues en toda narración hay cosas que se cuentan y cosas que no se cuentan; y se consideran dignas de interés y atención aquellas que se cuentan y deshechables y olvidables las que no. Así que esta historia,  que es nuestra historia, no es algo que comienza en un momento dado y termina en otro. Es un continuum de experiencias, asociaciones, sueños y cosas ilógicas. La existencia es una pintura surreal, inmediata, sincrónica, dialógica en la que en un momento se pueden vivir todos los momentos y en todos los momentos se puede vivir el mismo instante.

Hace mucho me respondí casi ahogado entre mis propias lágrimas y desesperado en la azotea de una casa que no era mía y ensucié mi guitarra con mi saliva y mis mocos y no podía parar de llorar por la emoción de ver la luna tan llena y sentía el corazón en la garganta y el cerebro totalmente vacío y los pies y las manos heladas y un dolor en el esófago que no me dejaba respirar como si de un golpe de estos en la boca del estómago me hubiesen dejado sin aire. Era de noche y los micros que pasaban por la avenida se escuchaban hasta el quinto piso en el que estaba y ya no podía seguir tocando porque la voz no me daba y comencé a toser y la guitarra se calló y cada pequeño ruido de vocina o grito Bolívar Bolívar Cuba Universitaria, me producía un susto pequeño y triste como el que sentía cuando era niño y despertaba luego de una pesadilla y gritaba mamá, y ella aparecía y yo le contaba mi pesadilla y le pedía que se quede a dormir conmigo y se quedaba hasta que volvía a quedar dormido y luego se iba. Pero no había nadie en esa azotea y estaba totalmente solo, bien lejos de casa. La oscuridad en ese cuarto era total, pero de todas formas apagaba la luz; no siempre, pero cuando había llorado como esa noche. ¿Por qué llorabas? No sé, solo sentía que estaba solo y aburrido y que de eso se trataba la existencia y estaba harto de que se juegue conmigo de esa forma porque pensaba que era cruel. Pero de pronto cuando de dolor juntaba mis manos y las ponía sobre mi corazón, pensaba en todas las personas que como yo estaban solas, pero no en una casa, no en un cuarto, sino en las calles y en los parque y que no eran chicos de veinte años, sino niños de siete o cinco años, corriendo los espantosos peligros callejeros de esta ciudad malévola. Y ya no podía más con ese dolor. Porque aparecían los rostros de esos viejos olvidados por todos que deambulan por las calles en un universo paralelo al nuestro.

Prendí un cigarro. Esas noches llovía, había luna llena. Y yo la miraba como si viese mi hogar, como si mi verdadera familia me estuviese esperando allá en una fiesta. Me dolía pensar que también ellos, mientras permanecía acá con tantos miedos que a nadie le importaban, me estaban olvidando. No hay un lugar para mí en este mundo ni en la luna. Juntaba mis piernas porque el frío era mucho, las gotas de lluvia se mezclaban con mis lágrimas y limpiaban mi rostro rojo, mi pantalón mojado. Luna hermosa. Cielo hermoso. Quiero irme a otro lugar, con una familia que sea como yo. Recordé los momentos felices que pasé con los sacerdotes del humo en los parques cuando aullábamos de felicidad. Lo que hubiese dado por ser una lechuza y esconderme entre los árboles mal iluminados con esos ojos inmensos y ese cuello que da vueltas para todos lados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo leo. Yo "hola mundo". Hola a mi mundo.
Butterfly.