Érase una vez, un principio, un (n)(m)udo y un (des)(multi)enlace; un punto climático (que no existe), que el lector o lectora (que tampoco existe) considere pertinentemente como el momento más álgido de la fábula o historia narrada (pero que silenciosa pasa desapercibida). NO HAY HISTORIA. Hay solo un lector que es quien inventa la fábula, siguiendo las huellas de esa presencia andante que es él mismo. Todos los cuentos comienzan con unas cuantas palabras, un engaño que reza: “esta historia comienza acá”. El lector ingenuo cree que en efecto la historia comienza ahí. “Desearía volver a ser un lector ingenuo”, diría más tarde el profesor de Teoría Literaria 2, cuando dictando su clase sienta que no sabe por dónde comenzar su explicación acerca del uso literario del lenguaje: “la generación postheideggeriana que participó y protagonizó las manifestaciones de mayo del 68...”. Mi nou entender. No importa, al profesor no le importa. Sólo ha venido a dictar su clase, no a conversar con nosotros, porque no le importamos. No somos sus amigos para preguntarnos si estamos entendiendo. No quiere saber qué entendemos porque no tenemos una forma fácil de explicarle lo que hemos entendido. Somos niños y bisoños y si nos preguntan si hemos entendido responderemos sí o no. Pero nuestra timidez nos hará responder que sí para evitar esa ácida segunda pregunta que sería “¿Qué es lo que no has entendido?” “¿Si no he entendido nada cómo le puedo explicar qué es lo que no he entendido?” “No puedes venir así a la clase, sin saber nada. Tienes que venir habiendo leído aunque sea la bibliografía básica del silabo, aunque lo óptimo sería que leas todos los libros que he puesto ahí o al menos los fiches y les des una revisada, para que sepas a dónde recurrir cuando tengas dudas. Cuando tengas preguntas vienes a la clase y las formulas y yo intentaré darte alguna respuesta, dado que tengo más lecturas que tú y mis esquemas te podrán ayudar y orientar en tu lectura”. “Mmm, sí tiene razón”. Bueno igual no entendí nada. Y no pude decir lo que pensaba: “me gustaría algo más introductorio para meterme con pasión y arrobamiento en estas cosas maravillosas y geniales de las que habla el profesor”.
Sales de clase y vuelves a entrar, pero con los ojos un poquito rojos. Como si ese duchazo con agua helada que te diste en la mañana, cuando recién saliste de la cama, no hubiese servido para nada. Te sientas en las carpetas del fondo. Cuando está a oscuras sientes que hay alguien caminando detrás tuyo, a veces alguien abre la cortina e incluso la ventana. Pero no hay nadie. Mientras, en clase el profesor sigue disparando datos historiográficos y hablando sobre lo que se debe hacer, lo que debemos hacer y lo que se hará en el futuro. “Ya no habrá un nuevo Vargas Llosa, luego del boom no creo que alguno de ustedes salga a la fama por escribir una novela como 'La guerra del fin del mundo' o 'Cien años de soledad'. Pero quién sabe, tal vez cuando tengan 80 años regresen a esta universidad a recibir un reconocimiento por la importante labor realizada en el campo de la crítica y de la teoría literaria. Dado que después de la explosión creativa que significaron las vanguardias del siglo XX y seguirán significando las del XXI, a través de millones de autores anónimos que publican su literatura de forma gratuita en la Internet; ustedes, que estudian la sin par teoría literaria en la escuela de literatura de San Marcos en Lima, en el Perú, en Latinoamérica, en este mundo y que son el futuro de la humanidad decadente que vemos a diario por las noticias y en la calle; podrán describir, replantear, reorganizar y racionalizar el panorama cultural, sobre todo el de la producción literaria.” Serán eruditos, unos Erudos chiquitos y van a estar pegados a los libros como parásitos.
Hay un libro gigante y de lejos se ve como invadido por un cáncer. Ustedes son el cáncer. Corpúsculos con mandíbulas gigantes, que nosotros le ayudaremos a desarrollar para que se adhieran lacerantes al enorme libro. Quedarán inmóviles, como apéndices podridos de “el libro” que hemos venido a destruir. Con el tiempo masticarán (son inútiles, pero nosotros les tenemos que hacer creer que sirven para algo, para que les crezca más y más esa mandíbula ávida que todos tienen para morder, para comer y matar, para vivir) ahora no pueden hacerlo porque son los chicos que dentro de la sociedad se han desdentado y quieren estar muertos para no morder nada, para no matar ni comer, para no hacer nada. Son nihilistas y alpinchistas y no merecen estar en esta universidad. Nos renegaba con odio.
o la destrucción de las formas inquebrantables. Sobre cómo tres muchachos decidieron poner un puesto de pop corn en la avenida y de cómo las monjas chinas les preguntaron dónde quedaba el jardín oscuro de Schöenberg, ellos al ver que las uniformadas en el hábito de nuestro Señor Jeremías Equisto no llevaban peniques ni chibilines, las mandaron al desvío sin percatarse que el camino que les señalaron con desidia las llevaría a través del tortuoso sendero de una felicidad infinita.
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1 comentario:
Tu profesor de Teoría Literaria es una medianía. Nada más. Podría ser un envidioso, o un fracasado de la creación literaria, aquella que no sabe de teorías ni de estudios conplicadísimos: sólo responde a la Libertad.
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