Arrójate en mis ojos
Observa el espejo en el desierto
de mi sonrisa inexpresiva.
Esto eres.
Esto es lo que hemos venido a ser.
No te entiendo. Este es el amor que te doy,
que me das, que te dan, que les das,
que le di para que te diera para que me dieras.
¿Nunca te has despertado un día épico?
En el que solo te callas cuando te da la gana
y nunca te quedas con las ganas.
Uno en que todo lo que haces es seguir soñando
y francamente no te importa nada
sino solo seguir contemplando lo bonito que está todo.
Y el mundo parece un jardín de las Hespérides,
un museo, un freakshow bizarro que te encanta
y contra el que frotas tus zonas erógenas.
Un día en el que todas tus perversiones son
aplacadas por el soplido eólico que entra
por la ventana que llevas entre los ojos,
en medio del cerebro.
Y nadie más se da cuenta de tus orgasmos invisibles, sino
solo de esa coraza que arrastras por el suelo, junto a todos
ellos, esos zombies que algún día desearán comprender
y que instantáneamente lo harían.
No te entiendo, eres música.
Me inspiras.
Ladón, el hombre del espacio, no duerme.
Solo una que otra de sus cabezas,
toma siestas,
algunas veces de 14 horas.
Fragmento extraído de: "Una hoja suelta tirada en mi cuarto"
o la destrucción de las formas inquebrantables. Sobre cómo tres muchachos decidieron poner un puesto de pop corn en la avenida y de cómo las monjas chinas les preguntaron dónde quedaba el jardín oscuro de Schöenberg, ellos al ver que las uniformadas en el hábito de nuestro Señor Jeremías Equisto no llevaban peniques ni chibilines, las mandaron al desvío sin percatarse que el camino que les señalaron con desidia las llevaría a través del tortuoso sendero de una felicidad infinita.
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1 comentario:
Esta bueno, solo eso
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