Una vez, Sekito vio a Yakusan sentado y le preguntó:
-¿Qué haces aquí?
-Nada -contestó Yakusan.
-Entonces sólo estás sentado ociosamente -dijo Sekito.
-Si estuviera sentado ociosamente, estaría haciendo algo.
-Has dicho que no haces nada; ¿qué es lo que no haces? -dijo Sekito.
-Ni siquiera los santos lo saben -contestó Yakusan.
o la destrucción de las formas inquebrantables. Sobre cómo tres muchachos decidieron poner un puesto de pop corn en la avenida y de cómo las monjas chinas les preguntaron dónde quedaba el jardín oscuro de Schöenberg, ellos al ver que las uniformadas en el hábito de nuestro Señor Jeremías Equisto no llevaban peniques ni chibilines, las mandaron al desvío sin percatarse que el camino que les señalaron con desidia las llevaría a través del tortuoso sendero de una felicidad infinita.
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