La preocupación por la irrealidad que se infiltra en la mente y en la vida del hombre, los malentendidos sin cuenta que nacen de ella y su contribución al desacierto frecuente de nuestras conductas, parece haber sido uno de los ejes constantes en la filosofía de los últimos siglos. Bacon, fundador del método empírico de la ciencia moderna advertía también contra tales delirios. En el Novum Organum de su Instauratio Magna les dedicó un capítulo largo y prolijo. Incansable lector de la Biblia, Sir Francis creyó que el origen de esos engaños se encuentra en los ídolos. Pero no se debe buscar a los ídolos en iglesias ni templos sino más bien en el corazón y la mente. Se llaman prejuicio y opinión infundada. Los hombres, sostiene, tenemos una propensión invencible a rendir reverencia a los frutos de la fantasía. La propia y la ajena. Y, en materia de juicio, nos gusta seguir al rebaño. Pero esa mala inclinación tiene cura. En la disciplina y la ascesis del método. Y en ésta, si la experiencia nos falla pero ascendemos sumisos al rigor axiomático, la mística escalera del número, ideal y absoluto, nos abre acceso infalible a lo Real.
Manuel Kant, siglo y medio más tarde, se mostró pesimista. Nos presenta a cada hombre encerrado en sí mismo, en la cárcel corpórea. En esa prisión no hay otro contacto con el mundo exterior –la cosa en sí misma o el númeno que unas cuantas ventanas cubiertas de cristal coloreado que llamamos sentidos. Ni puerta que permita salir si no es por la muerte. Tampoco hay espejos que muestren nuestro yo trascendente: la verdad del que Soy. Para Kant, el espacio y el tiempo son condiciones creadas por la actividad sensorial. Lo uno y lo múltiple, el efecto y la causa, las cualidades y el número, categorías implícitas de la conciencia cautiva. La “realidad” que vivimos, concluye en su análisis es simplemente una representación o teatro de sombras en el que escenarios, personajes y eventos no son nada más que fenómenos, es decir construcciones mentales. Toda realidad es virtual. Es decir aparente. O, apenas, posible. Potencialidad que la mente construye. Verdad relativa.
¿Existe una Realidad más allá de toda esa ficción?, si existe ¿cómo es?. Kant dio por imposible encontrar la respuesta y, definitivamente, renunció a averiguarlo. Y con él renunció la mayor parte de filósofos que continuaron su obra. Para los más, la historia de la filosofía reciente se tiñe de una resignación opaca y frustrada a la perpetua prisión de lo irreal. Para los menos, de Schopenhauer y Nietzsche hasta Kierkegaard y Sartre, del esfuerzo obstinado por hallar una vía de escape.
[Bla, bla, bla sobre Bertrand Russell, Giuseppe Peano, David Hilbert…] …Albert Einstein terminó demostrando la necesidad astrofísica de… espacios virtuales cuando la gravedad curva la trayectoria de la luz. Y luego se hizo presente la física atómica. Con ella y con las micropartículas el llamado principio de indeterminación puso en tela de juicio la relación entre causa y efecto. Aparecieron burlonas partículas, aún más pequeñas, que violaban los convencionalismos del espacio y el tiempo.
[Luego sigue diciendo cosas que vuelvo a entender.] El final del segundo milenio nos sorprende en medio de una apocalíptica crisis de nuestra confianza en lo “real”. Una situación que, en la perspectiva de la filosofía y la ciencia, reclama verdaderamente “cielos y tierra nuevos” por haber sumergido el diluvio a los viejos. El tiempo y el espacio, la causalidad, las mismas verdades matemáticas y la última consistencia de todas las cosas han sido seriamente puestos en tela de juicio. Como Kant lo comprobó por otros medios, el mundo que vivimos los hombres se revela a la ciencia como una ilusión de la escala, el sensorio y la mente. Para algunos de los teoristas recientes, solamente un holograma complejo. ¿Existen, lado a lado a los nuestros, otros universos, otros espacios, otros tiempos, otras realidades…[otros seres como yo, con sus mundos incomprensibles e incomunicables]?. El azar, la casualidad y la voluntad arbitraria ¿serán factores de un peso semejante al de la causalidad y el efecto en la constitución de lo real?. ¿Dónde está la frontera entre lo real y lo irreal?, ¿entre la cordura y la locura?. ¿Existe, después de todo, lo real? [¿Existe alguna forma de conocer y comunicar/compartir tal cosa real?]
Nuestros juegos ingenuos con los calabozos y dragones [excelente juego], el [super conocido] nintendo y el pin ball; el video-clip, la ciencia ficción y los filmes de horror y nuestras inocentes fantasías con platillos voladores y ET. con dimensiones más allá de la cuarta y con mundos paralelos y alternos; nuestra, más reciente, afición a la realidad virtual del show de TV; se revelan como menos inocentes de lo que aparentaban hasta hoy. En resumidas cuentas, como una expresión de nuestra angustia existencial posmoderna.
En la generación que se educó en el rock [de nuestro sagrado Señor], la TV [que tanto me ayudó a lograr el saludable estado de putrefaxión cerebral que gozo hoy en día, gracias MTV] y el pin-ball la revolución es ya casi completa. Se impone, con toda evidencia, una nueva modalidad del pensar, el percibir y el sentir: no aristotélica [fuck Aristóteles y su lógica de mierda], no causal, no lineal, no bidimensional. Discontinua, estridente, convulsiva y crispada. Como en el rock, sin línea melódica, estalla a todos los vientos en percusiones y síncopas. Como en el montaje del cine y TV [Burroughs ese entrañable drogadicto ya lo decía, nuestras vidas son collages que hemos hecho, no sé si mientras dormimos o mientras estamos pegados con algún pegamoide neuronal. En todo caso, esto lo he hecho yo. Me hago responsable del universo en el que vivo. Nada es verdad, todo está permitido, etc.], descompone y combina de nuevo, en forma arbitraria [cada vez menos mientras voy tomando conciencia de cada uno de los pensamientos que aparecen en mi mente, cada sentimiento, cada sensación, cada percepción que atraviesa mis sentidos], la experiencia del espacio y del tiempo. Se pierde a sí misma en el vértigo de carros que se persiguen sin meta. Como en el pin ball, reabsorbe el pensar en reflejos primarios: reacción más que acción.
Vivir la apariencia, el fenómeno, más bien que la idea. Abolir las fronteras de lo real y lo irreal. Repudiar la conciencia causal, bidimensional y orientada, a favor de una trama, multidimensional y sin fin, de respuestas y estímulos al nivel de la emoción y el instinto. Como en la televisión asumir, sin esfuerzo de síntesis, la relativa realidad simultánea de todos los mundos. Conmutar de un mundo a otro mundo como cambiar de canal. Sin aceptar, en definitiva, ninguno de ellos por Real. Tales parecen los signos de la nueva conciencia. Para quienes fuimos educados en un modo distinto del sentir y el pensar, este mundo de ahora aparece como irracional, incongruente, inmoral y arbitrario. Despiadado en una medida y sentido que exceden las peores pesadillas de ayer. Babilonia, lo llamaba un colega. Para otros, a quienes el vértigo arrastra y que han olvidado que hubo una vez, in illo tempore, [algunos ya estamos viviendo in illo tempore, en la eternidad. Cada uno de mis instantes es eterno, lo vivo con la mayor epicidad y sinceridad que soy capaz. Este cuerpo sigue aprendiendo a jugar en este mundo] un mundo más racional, más estable y amable de vivir esta vida, todo ello aparece normal.
[Hoy por hoy el poder lo tienen los consumidores. Cuando cada consumidor comience a darse cuenta de que lo que tiene que consumir es aquello que lo cure, la sociedad comenzará a curarse. Algo que sea realmente bueno, algo que nos haga felices, porque la felicidad es lo único que queremos. Y la felicidad solo nos viene cuando amamos, cuando sentimos que volvemos a ser uno con todo, con el universo, con ella que nos ha esperado eternamente en Ítaca,
en Arcadia,
tejiendo de día
y destejiendo de noche
para mantenerse pura
esperando nuestro retorno,
de este día de tribulaciones angustiantes
que nos ha tenido lejos de casa.
Queremos volver a casa,
a los brazos de ese Dios
que hemos estado esperando siempre
y que ahora cada Fulano descubre
dentro de sí mismo,
como una voz
que siempre tiene la palabra que nos puede hacer llorar
de emoción,
o como una visión fugaz del cielo
y la fiesta que los ángeles han preparado
para celebrar nuestra llegada a krsnaloka,
cuando finalmente toquemos los pies de loto del Señor
que nos ha estado amando incondicionalmente
a su hijo,
su único hijo
que ha estado vagando
en infinitos cuerpos
a lo largo de la historia de este universo
incluso cuando no queríamos
ir a hacer lo que nos había mandado a hacer
y perdíamos el tiempo
haciendo lo que nuestro falso orgullo,
nuestro falso yo,
el miedoso y mierda yo
que me tenía mirando hacia el lado falso,
deseando cosas que en realidad no deseaba
ese lado que me hablaba de un tiempo no real
y me tenía confundido.
Porque todo lo que quiero es estar en el palacio de cristal
de mi padre (ese yo que está totalmente despierto dentro de cada partícula del universo, ese yo que también eres tú y que lo tiene todo bajo control, claro ése que es Dios, que es lo absoluto y del cual "yo", estas manos, este cuerpo extraño, esta mente juguetona y este espíritu viajero, soy solo una manifestación, un fragmento, una parte)
disfrutando de los placeres infinitos
que tiene preparados para mí
que soy su hijo,
un niño pequeño y heroico
con ganas de jugar a ver cómo crece el universo
y echa sus frutos,
este cuerpo,
estas bombas nucleares,
estos trenes,
estos duraznos y frambuesas del árbol de la vida
y como el yin y el yang (vida y muerte, creación y destrucción de formas)
están jugando eternamente alrededor del centro
y en el centro de todo lo que hay a mi alrededor.]
Texto y comentarios extraídos de mi lectura de FUENZALIDA, Fernando. Tierra baldía. Australis, Lima, 1995. Pp 8-11.
1 comentario:
Cierto,estos comments son otros textos, se desperdicia un inicio fabulesco por que en la circunstancia solo culminamos un nudo de bitacora, una pulcritud de soga, llegue al punto en el que señalare mis comments, fusionare el control y la uve,ire a mi blog fusionare el control y la c y el texto dara consecuencias de presencia.
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