La lucha cotidiana
se está librando
y se reactualiza sobre todo
cuando quieres despertar
y ves el problema
cara a cara.
Te enfrentas para despertar.
Sigues soñando para seguir soñando.
Tú escoges.
Te enfrentas, luchas,
tienes miedo, frío,
tiemblas, dudas,
no sabes a dónde ir,
te enfrentas. Te detienes
un momento, como en un recuerdo
de algo que está sucediendo.
Y al amanecer mueves al peón para que, de noche, muera un rey.
Y cuando el rey muere
tú vuelves a esa noche
cansada en la que solo duermes.
Duermes en tus laureles;
junto a caballos, torres y alfiles
grises en la caja.
Y te vas repitiendo de cansancio
clonando a través del tiempo,
como mercadería en el supermercado
o como programas de televisión
y anuncios cautivantes de publicidad.
Duermes como cuando la reina dice que te ama
y entonces nada te preocupa,
solo la muerte,
ese eterno despertar.
o la destrucción de las formas inquebrantables. Sobre cómo tres muchachos decidieron poner un puesto de pop corn en la avenida y de cómo las monjas chinas les preguntaron dónde quedaba el jardín oscuro de Schöenberg, ellos al ver que las uniformadas en el hábito de nuestro Señor Jeremías Equisto no llevaban peniques ni chibilines, las mandaron al desvío sin percatarse que el camino que les señalaron con desidia las llevaría a través del tortuoso sendero de una felicidad infinita.
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